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Llevo 22 otoños sobreviviendo al mundo y viviendo en el medio de la nada, mientras plasmo el mundo en palabras desde mi punto de vista.

viernes, 28 de agosto de 2015

Ella no sabía.

Ella no sabía que esa sería su última discusión. Ella no sabía que él ya había tomado la decisión. Ella no sabía que sería la última vez que escucharía su voz, su risa, el susurro que tanto le gustaba o las carcajadas que lo hacían lucir como un pequeño niño. Ella no sabía que lo extrañaría, tanto que perdería su corazón y alma por ello. Ella no sabía que no tendría otra oportunidad. Ella no sabía que el tiempo se iba a detener, luego de eso. Ella no sabía que los planes se cancelarían y que el futuro se vería alterado. No sabía que el llanto y la tristeza serían sus nuevos mejores amigos, de aquí a la eternidad. Ella no sabía que los recuerdos ahora serían torturas, que sólo la iban a hundir cada día un poco más. No sabía que, ésta vez, no estaba ganando, sino perdiendo. No sabía de la soledad, simplemente no sabía nada. No sabía que no volvería a ver esos ojos que la volvían loca, que le transmitían distintas emociones, que le alegraban el día y que le informaban del estado emocional real de su persona favorita, esos ojos en los que se veía reflejada. No sabía que esos finos labios que amaba, ya no se moverían más para hacerla sonreír, ya no se posarían en su cuello para depositar besos cargados de pasión, ya no los mordería para escuchar el gruñido por parte de él en respuesta, ya no la harían perder la cordura, ya no podría mirarlos mientras él conducía. No sabía que las largas noches, en las que se volvían una sola persona, habían terminado. Ella no sabía que no volvería a ver al niño dentro del joven, ni al joven dentro del niño. No sabía que las sorpresas quedarían como estaban, ocultas, y que nadie las disfrutaría. No sabía que se cuestionaría, cada segundo, lo malo y lo bueno que le hizo, arrepintiéndose de lo primero y celebrando lo segundo. No sabía que iba a quedarse con las palabras que nunca le dijo, y que nunca le diría, sólo para sí misma. No sabía que pensaría estar loca por verlo en cada esquina, en cada auto del mismo modelo del de él, en cada espacio del hogar. Ella no sabía que perdería su felicidad. Pero él, sí. Él lo sabía, claro que sí, era su opción elegida, era la decisión final. Llámalo cobardía, o valentía, rendirse o luchar por última vez. Llámalo como quieras, pero nada le cambiaría la idea, ya sabía que lo haría y, luego de eso, claro que no había marcha atrás. Al menos, físicamente, acabaría con todo. Era el fin, el fin de todo, era su fin.

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