You should know...

Mi foto
Llevo 22 otoños sobreviviendo al mundo y viviendo en el medio de la nada, mientras plasmo el mundo en palabras desde mi punto de vista.

jueves, 22 de octubre de 2015

Y tú, ¿por qué brindas?

Por el ahora, por el futuro que vendrá, por el pasado que añoro o desprecio, por el tiempo perdido y el ganado, por la vida, por ser débil, por ser fuerte, por soportar, por decir "basta", por continuar, por detenerme. Por el sufrimiento que sí o sí uno debe pasar para aprender ciertas cosas, por no apreciar las cosas a tiempo porque eso también me enseñó, por equivocarse, por los cambios luego de eso. Por las personas que se quedaron, por las que escucharon, por las que aconsejaron, por las que se fueron y no volvieron, por las que se fueron y decidieron regresar, por la familia que permanece. Por los valores, por los sentimientos que nunca son eternos, por las confusiones, por los "te extraño" que no tuvieron una respuesta, por esos "te quiero" que quedaron ocultos en el corazón, por esos momentos que no volverán, por esas disculpas permanentes, por las palabras jamás dichas y por las hirientes, por las acciones que demostraban otra cosa. Por las fotos olvidadas, por los vídeos archivados, por las cartas quemadas. Brindo por todo eso y más, brindo por aquello que siento pero jamás diré, brindo por esas partes mías de las que quiero huir, brindo por mi forma de ser, brindo por haberme perdido y, luego, encontrado. Brindo por todo y, a la vez, por nada. Simplemente brindo por el deseo de querer brindar, sin razón. Sólo brindo.

jueves, 15 de octubre de 2015

Cuando extraño.

Recuerdo cuando tu sonrisa era el motor de mis días, la luz que necesitaba para ser yo, para liberarme. Extraño eso, principalmente. Cuando tu mano se posaba en mi mejilla y una caricia en ella dejaba, eso extraño. Cuando tus ideas no eran iguales a las mías y las discusiones comenzaban, cuando no soportábamos estar tan distantes, eso extraño. Cuando yo era tu fortaleza y tú, la mía, eso extraño. Cuando sabía que era feliz, cuando conocía la definición de felicidad, cuando no dudaba, eso extraño. Cuando te hacía reír a carcajadas, eso extraño. Cuando planeaba todo cuidadosamente para que te sorprendieras con un simple detalle, eso extraño. Cuando los errores no eran tantos, eso extraño. Cuando, por más enojo que tuviera, mi necesidad de hablarte y escucharte era mayor, lo extraño. Cuando éramos nosotros contra el mundo, cuando no existían imposibles, todo eso estoy extrañando. Cuando la confianza era real, cuando estaba para ayudarte a avanzar, cuando no estábamos desgastados, cuando no ocultábamos nuestras heridas, cuando nos pertenecíamos, lo extraño. Cuando el orgullo no nos separaba, sino que nos unía. Cuando el amor era suficiente. Cuando aplastábamos a la tristeza por querer interponerse, cuando solucionábamos los problemas cuando apenas aparecían, cuando nos decíamos todo sin decirnos nada o cuando decíamos nada, diciéndolo todo. Eso extraño. Cuando susurrabas que todo iba a estar bien y que nada malo nos iba a suceder, eso también. Cuando tus brazos me rodeaban y tu calor me protegía, me curaba, me llenaba, me bastaba. Cuando los planes sólo iban en aumento, cuando los recuerdos nos sacaban una sonrisa y no transformaban las noches en frías, solitarias y tristes. Cuando sabíamos lo que estábamos haciendo, cuando conocíamos el camino y el destino, que era el infinito, pero cuando, a su vez, no sabíamos nada. Cuando éramos novatos, cuando experimentamos, cuando nos queríamos rendir y uno no dejaba al otro, cuando no permitíamos que todo esto sucediera. Cuando el dolor máximo que nos generábamos era por un suave pellizco en nuestra piel que pretendía ser juguetón y nada más. Cuando los susurros nos encendían y las noches eran eternas, cuando los besos nos alborotaban mientras nuestra piel se fundía. Extraño todo eso, todo, pero lo que más extraño, no son sólo los recuerdos, sino el amor, eres tú.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Tú no sabes nada sobre mí.

Tú no sabes quién realmente soy, ni yo lo sé completamente. Tú no sabes por qué causa tanto en mí o porque me importa tanto. Tú no sabes por qué no quiero rendirme. Tú no sabes por qué mi color favorito es tal, o por qué en realidad no tengo un color favorito estable, sino varios que se van alterando y tampoco sabes por qué éstos se alteran. Tú no sabes por qué todavía existen viejas fechas que causan melancolía en mi persona, o por qué no las olvidaré jamás, no sabes el impacto que tuvieron. Tú no sabes por qué mi primer paso es con la derecha y no con la izquierda, no sabes por qué río en vez de sonreír, y mucho menos sabes por qué hablo, en vez de gritar. Tú no sabes por qué prefiero los números pares, a los impares, o por qué tengo una manía con los lunares. ¿Acaso sabes por qué prefiero leer un libro antes de ver la película basada en el mismo? Tú no sabes por qué jamás me mudé de mi ciudad, tú no sabes dónde están mis raíces, tú no sabes dónde me oculto o dónde aparezco. Tú no sabes por todo lo que he pasado interiormente, sólo crees saberlo, incluso cuando reconoces que únicamente viste la punta del iceberg. Tú no sabes de qué estoy hecho, o de qué no estoy hecho. Tú no sabes las aventuras que quiero vivir, o las que ya viví. Tú no sabes de lo que estoy huyendo, ni lo que estoy construyendo. No sabes que tengo una lucha interna, entre lo que fui y lo que soy, entre mi bien y mi mal, entre yo y yo. No sabes por qué estoy escribiendo, no sabes de dónde me nace ni dónde termina. No sabes por qué detesto tanto el calor, ni que mi estación favorita es el invierno. No sabes las excusas que me he inventado para mentirme y convencerme de cosas que eran opuestas a lo que quería. No sabes de mis pérdidas, pero tampoco de mis ganancias. ¿Qué es lo que sí sabes? Sabes mi nombre y mi edad, pero tú no sabes nada sobre mí.

lunes, 12 de octubre de 2015

¿Por qué siempre repetimos lo que nos hace mal?

Porque, si hoy nos hace mal, es porque ayer nos hizo bien. Porque el mal también puede hacernos bien, no siempre será malo al cien por ciento. Porque todos somos masoquistas en el fondo, sea en menor o mayor medida. Porque tenemos esperanza de que sea algo totalmente bueno, algo que sea bueno y que, a su vez, nos haga bien, en vez de ser algo malo que nos hace bien y mal. Porque no podemos dejar ir, debido a que no es realmente fácil o porque no se quiere. Porque los sentimientos son más fuertes o porque los recuerdos nos mantienen unidos a eso. Porque, a veces, es necesario tropezar con la misma piedra más de una vez. Porque cada caída es distinta y se aprenden diferentes lecciones. Porque pensamos que nos hizo mal sólo esa vez, que la siguiente será distinto. O simplemente porque queremos y ya, por hacerlo, porque sí, sin explicación real. Tal vez... hasta mismo porque nos hace mal.