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Llevo 22 otoños sobreviviendo al mundo y viviendo en el medio de la nada, mientras plasmo el mundo en palabras desde mi punto de vista.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Tres segundos para pensar.

Pensé en mí ahogándome mientras intento romper las cadenas que imposibilitan cualquier movimiento de mi parte. Pensé es que es el sentimiento que estoy experimentando ahora, pensé en lo horrible que es, en lo horrible y triste. Pensé en cómo es posible que esté sobreviviendo, que siga caminando y luchando contra este sentimiento, que está acompañado de la ansiedad. Pensé en que estoy a punto de romper la cuerda, de ceder, de rendirme, de perder o ganar, ya no sé qué sería cada cosa. Pensé en el aire que me está faltando, que es aquel que estoy necesitando urgentemente, porque ya no puedo más, porque me está cansando fingir, porque mi alma está agotada. En esos tres segundos pensé en todo lo que me ha pasado este año, en todo lo que hice mal y lo que pude haber hecho bien, en las palabras que dije y en aquellas que no. Vino a mi mente las personas que perdí, los recuerdos de las mismas; también en aquellas personas que, a pesar de todo, permanecen a mi lado y los nuevos amigos que han llegado, y en los que deseo que permanezcan por más tiempo. He pensado en el largo camino que he recorrido y en el que quiero recorrer, en el trayecto que me falta y en el que estoy ahora. Pensé en mis miedos y en opiniones ajenas, en la felicidad de los demás que hace que la mía se aleje. No pude dejar de pensar, además, en mis sentimientos y emociones: en lo que realmente siento o en lo que intento sentir que no es tan fácil como muchos han pensado que es, ni como yo he deseado que fuera. Tres segundos en mi mente son una eternidad, si te soy sincero, y me da el tiempo para pensar todo lo que mencioné y mucho más porque los pensamientos pasan a rápida velocidad por mi mente.

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