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Llevo 22 otoños sobreviviendo al mundo y viviendo en el medio de la nada, mientras plasmo el mundo en palabras desde mi punto de vista.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Papá.

Se suponía que ibas a ser el primer hombre que me generara confianza y, en lugar de eso, te encargaste de ser el primero en destruirla. Te encargaste de ser el culpable de la falta de confianza, de no poder ver a alguien sin dudar, de no ver sin segundas intenciones ajenas... todo porque no supiste tener valores que tus antepasados tampoco tuvieron, todo porque no supiste ser mejor que ellos.

Y ahora te crees mejor, más fuerte, más valiente, pero la realidad se resume a lo cobarde que sabes que eres, a lo cobarde que no quieres admitir que eres. ¡Qué rabia me da! Tu falta de empatía me hace entrar en cólera, siento las lágrimas correr por mis mejillas aunque no cae agua de mis ojos, siento mi sangre caliente aunque no esté físicamente herida ni esté sangrando, siento el puñal en el medio del pecho a pesar de que mi corazón sigue latiendo.

Lo peor de esto, es que intentes jactarte de tenerme como tu retoño, de mi personalidad, de mis acciones. Pero ya no quiero que se trate de eso. Me siento sucia cuando es así, no me gusta sentirme de esa forma. Y lo más bajo es que me hagas creer que quieres escucharme, que buscas comprenderme, para que cuando me expreso, minimices mis sentimientos, emociones y problemas. Si es así como crees que funciona una relación, ya mismo llamo al expreso de la despedida.

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